El ciclo que podríamos llamar "clásico" del comercio correspondería a un esquema M-D-M (mercancía-dinero-mercancía). En él el agente del ciclo posee una mercancía, la cual vende a cambio de dinero para con éste obtener a su vez una nueva mercancía. Nuestro agente perseguía desde el principio la segunda mercancía, y para conseguir ésta disponía de la primera mercancía. Lo que en su momento solo hubiera sido posible con el método del trueque, gracias a la invención del dinero se facilita enormemente. La racionalidad del comportamiento del agente es evidente y no precisa ninguna explicación.
Ahora bien, una vez que existe el dinero, el ciclo puede recorrerse de un modo distinto, esto es, con un esquema D-M-D (dinero-mercancías-dinero). En este caso el agente económico adquiere una mercancía para después venderla. Al principio tenía dinero y al final vuelve a obtener dinero. Aquí la racionalidad del agente requiere una explicación: ¿por qué recorrer este ciclo? La respuesta es clara: nuestro agente espera (lo consiga o no) que la segunda cantidad de dinero sea mayor que la primera. Cuando el dinero es empleado de esta manera se transforma, según Marx, en capital. La diferencia entre dinero y capital sería simplemente la forma en que éste entra en circulación.
Sin embargo esta forma de actuación económica, conocida como "especulación"(1), no es exclusiva del capitalismo, a no ser que situemos el origen del capitalismo en un tiempo muy anterior a la invención de la máquina de vapor (cuando, según Marx, es precisamente ésta la que crea al capitalista). Así, en el capítulo IV del libro primero de la "Política" de Aristóteles, tenemos a un Tales de Mileto metido a especulador:
Citaré lo que se refiere a Tales de Mileto, a propósito de una especulación lucrativa que le dio un crédito singular, honor debido sin duda a su saber, pero que está al alcance de todo el mundo. Cuando, por su pobreza, le reprochaban que la filosofía era inútil, tras haber observado por el estudio de los astros que iba a haber una gran producción de olivas, se procuró un pequeño capital, cuando aún era invierno, y que depositó fianzas por todas las presas de aceite de Mileto y Quíos, alquilándolas a bajo precio porque nadie licitó contra él. Cuando llegó el momento oportuno, al ser muchos los que a la vez y de repente las pedían, las iba alquilando al precio que quería y reunió mucho dinero, demostrando así que es fácil a los filósofos enriquecerse, si quieren, pero que no son las riquezas lo que les interesan.
Aunque tengo serias dudas acerca de la veracidad de esta historia (ya quisieran los meteorólogos de hoy en día poder predecir las cosechas con esa facilidad), demuestra que la "especulación capitalista" era ya conocida por los antiguos griegos.
(1) Aunque no es relevante para lo que quiero decir en este artículo, quisiera aclarar una cosa. Cuando llamo "especulación" a la segunda forma de actuar, doy por hecho que el agente no ha realizado ninguna transformación en la mercancía. Cosas como, por ejemplo, trasladar la mercancía de un lugar en el que es abundante a otro donde es escasa, las considero como cierta forma de transformación.
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