Pero es un error. Josu analiza los resultados de las elecciones al Congreso de los Diputados de 2004. Veamos las últimas de 2008:
Partido | Votos | Escaños | % votos | % escaños |
---|---|---|---|---|
PSOE | 11.289.335 | 169 | 43,87 | 48,29 |
PP | 10.278.010 | 154 | 39,94 | 44,00 |
CIU | 779.425 | 10 | 3,03 | 2,86 |
EAJ-PNV | 306.128 | 6 | 1,19 | 1,71 |
ESQUERRA | 298.139 | 3 | 1,16 | 0,86 |
IU | 969.946 | 2 | 3,77 | 0,57 |
BNG | 212.543 | 2 | 0,83 | 0,57 |
CC-PNC | 174.629 | 2 | 0,68 | 0,57 |
UPyD | 306.079 | 1 | 1,19 | 0,29 |
NA-BAI | 62.398 | 1 | 0,24 | 0,29 |
CA | 68.679 | 0 | 0,27 | 0 |
TOTAL: | 24.745.311 | 350 | 96,17 | 100 |
Los resultados son análogos a los de 2004. Los grandes beneficiados del sistema D'Hondt no son los partidos nacionalistas, sino los dos grandes partidos mayoritarios: PP y PSOE. IU es, al igual que en 2004, el gran perjudicado: no obtiene ni la sexta parte de los diputados que le corresponderían con un reparto estrictamente proporcional. Un partido nuevo, UPyD, resulta también muy perjudicado por el sistema.
En contra de la creencia general, los partidos nacionalistas resultan en su conjunto perjudicados por el sistema (he tomado como nacionalistas a CIU, PNV, ESQUERRA, BNG, CC-PCN, NA-BAI y CA), si bien dentro del grupo hay casos particulares en los que ocurre al contrario. De hecho, porcentualmente el PNV es el más beneficiado, seguido de NA-BAI.
Veamos cómo funciona el sistema: imaginemos un país con 10 provincias (circunscripciones), y en el que hay que repartir 10 escaños. En ese país hay dos partidos políticos, A y B, cuyas simpatías entre la población son de un 60% y un 40% respectivamente. Un reparto estrictamente proporcional daría 6 escaños a A y 4 a B. Pero imaginemos que cada una de esas provincias elige a su propio representante, e imaginemos que en todas esas provincias el partido A tiene mayor simpatía que el B (se mantiene la proporción 60-40 a lo largo de todo el país). En ese caso, el partido A obtendría los 10 escaños.
Esta es una versión muy simplificada de aplicación del sistema D'Hondt (para un verdadero conocimiento del sistema, recomiendo ver el artículo correspondiente en la wikipedia). Pero aunque los casos reales son bastante más complejos, este ejemplo nos da una idea bastante precisa de cómo el sistema puede beneficiar a algunos partidos y perjudicar a otros. El inconveniente principal del sistema salta inmediatamente a la vista: el reparto de escaños puede no coincidir con el reparto de votos. Pero tiene también sus ventajas: Una más fácil formación de mayorías y una mayor proximidad entre representantes y electores.
La primera de las ventajas señaladas es por lo menos dudosa. Es cierto que en determinadas circunstancias el sistema favorecería la formación de gobiernos repartiendo los escaños de un modo favorecedor a los partidos mayoritarios. Pero si observamos el caso español, vemos que esto no tiene que ser necesariamente así. En las dos últimas elecciones al congreso, 2004 y 2008, las dificultades para formar gobierno son prácticamente las mismas con el sistema actual que con un sistema estrictamente proporcional. Sí es cierto que en 2000 el PP consiguió mayoría absoluta que no habría conseguido con un sistema proporcional, pero no creo que hubiera tenido problemas para formar gobierno en este último caso. En 1996 sí habría habido mayores dificultades para formar gobierno. De hecho, puede que con un sistema estrictamente proporcional el PSOE lo hubiera tenido más fácil, aun a pesar de ser el segundo partido en número de votos.
El que cada provincia o circunscripción elija a su representante, ligaría a cada representante con un grupo de electores muy concreto, y cada uno de ellos se vería obligado a representar los intereses específicos de aquellas personas que han contribuido a elegirlos. Puede parecer una buena idea, pero no en un país como España, donde el sistema D’Hondt se complemente con listas al congreso cerradas (elaboradas por los propios partidos y donde el votante no tiene ningún modo de mostrar preferencias dentro de la lista ya elaborada por el partido) y donde una férrea disciplina por parte de los partidos hace permisibles cosas como que un partido sancione económicamente a un congresista por el simple hecho de no querer ir a unas votaciones en las que su opinión no coincide con la opción que han marcado los órganos del partido.
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Quisiera añadir otro inconveniente que es un efecto perverso del sistema. En muchas circunscripciones hay simpatizantes de partidos que saben que su partido no tiene la más mínima posibilidad de obtener un escaño. Esos simpatizantes podrían pensar que tienen una muy buena razón para no ir a votar. Si eso le ocurre al mismo partido en muchas circunscripciones, el efecto acumulado de todas ellas puede llegar a ser muy significativo, y la aplicación del sistema D'Hondt acabaría suponiendo para el partido una merma no solo en escaños, sino también en votos.
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