lunes, 4 de enero de 2010

El mito de la tierra prometida (II). El éxodo judío

Veamos cómo se desarrolla el episodio del éxodo judío según el Pentateuco.

Aconteció que después de muchos días murió el rey de Egipto, y los hijos de Israel gemían a causa de la servidumbre, y clamaron; y subió a Dios el clamor de ellos con motivo de su servidumbre. Y oyó Dios el gemido de ellos, y se acordó de su pacto con Abraham, Isaac y Jacob. (Éxodo 2:23-24)

El pacto referido es este:

En aquel día hizo Yahvé un pacto con Abraham, diciendo: A tu descendencia daré esta tierra, desde el río de Egipto hasta el río grande, el río Eufrates; la tierra de los ceneos, los cenezeos, los admoneos, los heteos, los ferezeos, los refaítas, los amorreos, los cananeos, los gergeseos y los jebuseos. (Génesis 15:18-21)

Ya tenemos pues los elementos esenciales del mito: la desesperación, la promesa de un lugar mejor y la esperanza. El elegido por Dios para dar cumplimiento a tal pacto es Moisés, a quien se dirige de inmediato:

Dijo luego Yahvé: Bien he visto la aflicción de mi pueblo que está en Egipto, y he oído su clamor a causa de sus exactores; pues he conocido sus angustias, y he descendido para librarlos de mano de los egipcios, y sacarlos de aquella tierra a una tierra buena y ancha, a tierra que fluye leche y miel, a los lugares del cananeo, del heteo, del amorreo, del ferezeo, del heveo y del jebuseo. El clamor, pues, de los hijos de Israel ha venido delante de mí, y también he visto la opresión con que los egipcios los oprimen. Ven, por tanto, ahora, y te enviaré a Faraón, para que saques de Egipto a mi pueblo, los hijos de Israel. Éxodo 3:7-10

Un dato curioso: Moisés va a dar cumplimiento a la promesa de Dios a Abraham. Pero esa promesa está recogida en el Génesis, que precisamente la tradición religiosa ha atribuido a Moisés. No creo que haya que llevar este punto muy lejos, la historicidad de Moisés es muy dudosa y la autoría del Génesis es en cualquier caso muy posterior a la época en que hubiera vivido Moisés. Sin embargo, como parte del mito, no debería sorprendernos que quien recibe y comunica tal promesa sea el mismo que va a liderar el “viaje” a la nueva tierra, el que está en la mejor posición para aprovecharse del mito. Moisés no llevará sólo tal responsabilidad.

Entonces Yahvé se enojó contra Moisés, y dijo: ¿No conozco yo a tu hermano Aarón, levita, y que él habla bien? Y he aquí que él saldrá a recibirte, y al verte se alegrará en su corazón. (Éxodo 4:14)

Además escoge tú de entre todo el pueblo varones de virtud, temerosos de Dios, varones de verdad, que aborrezcan la avaricia; y ponlos sobre el pueblo por jefes de millares, de centenas, de cincuenta y de diez. Ellos juzgarán al pueblo en todo tiempo; y todo asunto grave lo traerán a ti, y ellos juzgarán todo asunto pequeño. Así aliviarás la carga de sobre ti, y la llevarán ellos contigo. (Éxodo 18:21-22; estas palabras a Moisés no son directamente de Dios, sino de su suegro)

La consagración de Aarón como segundo líder sobrevendrá más tarde (Levítico 8). Tras el conocido episodio del enfrentamiento de Moisés con el Faraón y las 10 plagas (traducción habitual pero inadecuada, más preciso sería “señales”) sobre Egipto, comienza el viaje, el sacrificio necesario: Para llegar a la tierra prometida será necesario realizar un duro y largo viaje a través del desierto. Muchas serán las leyes impuestas por Yahvé a su pueblo, y aunque sean particularmente conocidos los 10 mandamientos (Éxodo 20:1-17, Éxodo 34) éstas se reparten con abundancia entre los libros del Pentateuco.

Las protestas por las duras condiciones del viaje son continuas a lo largo de la historia:

¿No es esto lo que te hablamos en Egipto, diciendo: Déjanos servir a los egipcios? Porque mejor nos fuera servir a los egipcios, que morir nosotros en el desierto (...) Entonces el pueblo murmuró contra Moisés, y dijo: ¿Qué hemos de beber? (… )y les decían los hijos de Israel: Ojalá hubiéramos muerto por mano de Yahvé en la tierra de Egipto, cuando nos sentábamos a las ollas de carne, cuando comíamos pan hasta saciarnos; pues nos habéis sacado a este desierto para matar de hambre a toda esta multitud (…) Así que el pueblo tuvo allí sed, y murmuró contra Moisés, y dijo: ¿Por qué nos hiciste subir de Egipto para matarnos de sed a nosotros, a nuestros hijos y a nuestros ganados? (Éxodo 14:12; 15:24; 16:3; 17:3)

Tales protestas van dirigidas contra los líderes del grupo, Moisés y Aarón. Pero éstos, hábilmente, declinan toda responsabilidad:

Dijo también Moisés: Yahvé os dará en la tarde carne para comer, y en la mañana pan hasta saciaros; porque Yahvé ha oído vuestras murmuraciones con que habéis murmurado contra él; porque nosotros, ¿qué somos? (Éxodo 16:8)

Ahora bien, esa declinación en la responsabilidad lo es solo hasta cierto punto. Cuando el pueblo de Israel se siente abandonado por su Dios y decide construirse otro (Éxodo 32:1-5, episodio del becerro de oro) Moisés entra en cólera:

Se puso Moisés a la puerta del campamento, y dijo: ¿Quién está por Yahvé? Júntese conmigo. Y se juntaron con él todos los hijos de Leví. Y él les dijo: Así ha dicho Yahvé, el Dios de Israel: Poned cada uno su espada sobre su muslo; pasad y volved de puerta a puerta por el campamento, y matad cada uno a su hermano, y a su amigo, y a su pariente. Y los hijos de Leví lo hicieron conforme al dicho de Moisés; y cayeron del pueblo en aquel día como tres mil hombres. (Éxodo 32:26-28)

Mito fundacional de las inquisiciones, o como Primitivo Martínez señala, “precursor exacto de la praxis de la Inquisición”. En este episodio encontrarán justificación las inquisiciones de las religiones que tengan a bien incorporarlo a su credo.

Y a pesar de todo, las protestas arrecian:

Pero al pueblo dirás: Santificaos para mañana, y comeréis carne; porque habéis llorado en oídos de Yahvé, diciendo: ¡Quién nos diera a comer carne! ¡Ciertamente mejor nos iba en Egipto! Yahvé, pues, os dará carne, y comeréis. No comeréis un día, ni dos días, ni cinco días, ni diez días, ni veinte días, sino hasta un mes entero, hasta que os salga por las narices, y la aborrezcáis, por cuanto menospreciasteis a Yahvé que está en medio de vosotros, y llorasteis delante de él, diciendo: ¿Para qué salimos acá de Egipto? (Números 11:18-20). Aún estaba la carne entre los dientes de ellos, antes que fuese masticada, cuando la ira de Yahvé se encendió en el pueblo, e hirió Yahvé al pueblo con una plaga muy grande. (Números 11:33) Y se quejaron contra Moisés y contra Aarón todos los hijos de Israel; y les dijo toda la multitud: ¡Ojalá muriéramos en la tierra de Egipto; o en este desierto ojalá muriéramos! ¿Y por qué nos trae Yahvé a esta tierra para caer a espada, y que nuestras mujeres y nuestros niños sean por presa? ¿No nos sería mejor volvernos a Egipto? Y decían el uno al otro: Designemos un capitán, y volvámonos a Egipto. (Números 14:2-4)

Tales protestas, previsibles, por otro lado, le dan a Yahvé la ocasión para romper su promesa:

Entonces Yahvé dijo: Yo lo he perdonado conforme a tu dicho. Mas tan ciertamente como vivo yo, y mi gloria llena toda la tierra, todos los que vieron mi gloria y mis señales que he hecho en Egipto y en el desierto, y me han tentado ya diez veces, y no han oído mi voz, no verán la tierra de la cual juré a sus padres; no, ninguno de los que me han irritado la verá.(Números 14:20-23) Vosotros a la verdad no entraréis en la tierra, por la cual alcé mi mano y juré que os haría habitar en ella; exceptuando a Caleb hijo de Jefone, y a Josué hijo de Nun. Pero a vuestros niños, de los cuales dijisteis que serían por presa, yo los introduciré, y ellos conocerán la tierra que vosotros despreciasteis. (Números 14:30-31)

Ni siquiera Moisés verá la tierra. Ni falta que le hará: suyos habrán sido el poder y la Gloria.

Continuará...


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