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domingo, 4 de abril de 2010

Falacias argumentativas: la retórica hueca

Se llama retórica al arte de usar correctamente el lenguaje de un modo persuasivo, convincente, dando a las ideas expresadas una forma atractiva. No porque una idea sea correcta debemos renunciar a la retórica, al contrario, en principio las ideas correctas deberían ser con más facilidad expuestas de un modo convincente y deberían tener ventaja en ese terreno. Pero no siempre es así, la falta de prudencia y los prejuicios corrompen la comprensión de las ideas y hacen a las personas impresionables ante pseudoargumentaciones que simplemente están muy bien presentadas. En ocasiones, pues, puede presentarse un discurso convincente que no tiene sin embargo ningún argumento real detrás. En rigor tal discurso no ha de ser necesariamente falaz, pero puede tener los mismos efectos que una falacia: hacer pasar por veraz una argumentación que, o bien es falsa (y entonces sí sería en rigor una falacia), o bien simplemente no existe.

Veamos un ejemplo de esto. El siguiente discurso ha sido formulado en un debate en el que acaba de criticarse la práctica de la especulación y el modo en que, supuestamente, los especuladores distorsionan a veces los precios en un “libre mercado”:


La especulación por mucho que desagrade es un mecanismo económico que rige en la sociedad humana desde tiempos ancestrales. Un ejemplo lo podemos encontrar en el aumento del precio debido a malas cosechas, hasta su bajada por el exceso de grano. Almacenar los excedentes en periodo de bonanza significa poder disponer de él en tiempos peores, el precio en caso de venta será por tanto más alto. Ahora la cuestión ética y moral del precio que es justo pagar por un bien escaso en periodo de escasez, es otra cuestión. El beneficio que se puede obtener de las operaciones que se considera legítimo varía de unas sociedades a otras dependiendo de la cultura, religión, legislaciones y momento histórico.

Resulta muy curioso como esa corriente de pensamiento instado desde los anti sistema, recogido por el socialismo, machacado desde los medios de comunicación y el mundo de la farándula está creando una culturilla de criminalización de tener beneficios en operaciones de compra venta de bienes y servicios respetando la ley en contraste con el tráfico de influencias, información privilegiada y la especulación que se fomenta, mantiene y oculta desde los estamentos políticos, causa de la corrupción generalizada que ha enriquecido a amigos, familiares y políticos a costa del ciudadano. Como siempre los arboles no nos dejan ver el bosque y nos entretenemos mirando el dedo en vez de mirar lo que señala.


Un buen empleo de la retórica, el discurso parece convincente, cuenta “las verdades del barquero” de un modo muy claro, pero ¿hay alguna argumentación sólida detrás? Veamos.
  • Parece decirse que la especulación es buena porque es antigua (además, se da un ejemplo de esto). Esta podría ser una falacia de apelación a la tradición. Sin embargo no se dice exactamente que sea buena por ser antigua. También se puede interpretar aquí que se insinúa que la especulación es inherente a toda sociedad humana. En ese caso se estaría presentando un argumento susceptible de refutación, pero no necesariamente falaz (si la especulación es inherente a la sociedad humana, ciertamente sería un error tratar de crear una sociedad humana sin ella). El caso es que no se dice ni una cosa ni la otra, pero se apunta a ambas.
  • También se dice que la cuestión moral acerca de la especulación es relativa, que diferentes sociedades lo valoran de distinto modo. Esto es cierto, pero ¿y qué? ¿Se puede concluir algo de ahí? No, salvo que el contradictor mantenga una postura absoluta (no era el caso).
  • Por último, se señala que diversos grupos rechazan la especulación mientras que apoyan otras cosas supuestamente peores. De nuevo nos preguntamos ¿Y qué? ¿Algo se puede concluir de ahí? Parece una falacia de argumento ad hominem, aunque de nuevo podríamos interpretar el discurso de otra manera.


En definitiva, no queda muy claro lo que pretende argumentar el discurso, ni siquiera está claro que se pretenda argumentar algo, y sin embargo la intención del autor parece bastante clara: defender la especulación (o, al menos, atacar a quienes la atacan). Pero ¿cómo podemos saber que este discurso es únicamente retórica sin ningún argumento sólido detrás?

Si el discurso es pura retórica, su forma ha de servir para defender cuestiones que nada tienen que ver con la que en principio se pretende. Hagamos un experimento:

La especulación El aborto por mucho que desagrade es un mecanismo económico de control demográfico que rige en la sociedad humana desde tiempos ancestrales. Un ejemplo lo podemos encontrar en el aumento del precio debido a malas cosechas, hasta su bajada por el exceso de grano en la costumbre espartana de eliminar a todos los niños que nacían con malformaciones. Almacenar los excedentes en periodo de bonanza significa poder disponer de él en tiempos peores, el precio en caso de venta será por tanto más alto. Eliminar a quienes tienen peores posibilidades de sobrevivir ahorra inútiles esfuerzos a la sociedad que puede centrarse en la crianza de los hijos más aptos. Ahora la cuestión ética y moral del precio que es justo pagar por un bien escaso en periodo de escasez de si puede eliminarse alegremente una vida humana, es otra cuestión. El beneficio que se puede obtener de las operaciones de estas prácticas que se considera legítimo varía de unas sociedades a otras dependiendo de la cultura, religión, legislaciones y momento histórico.

Resulta muy curioso como esa corriente de pensamiento instado desde los anti sistema grupos religiosos, recogido por el socialismo la derecha, machacado desde los medios de comunicación y el mundo de la farándula “cultura” está creando una culturilla de criminalización de tener beneficios en operaciones de compra venta de bienes y servicios respetando la ley del aborto en contraste con el tráfico de influencias, información privilegiada y la especulación que se fomenta, mantiene y oculta desde los estamentos políticos, causa de la corrupción generalizada que ha enriquecido a amigos, familiares y políticos a costa del ciudadano el apoyo a la pena de muerte, guerras ilegítimas y la explotación del tercer mundo. Como siempre los arboles no nos dejan ver el bosque y nos entretenemos mirando el dedo en vez de mirar lo que señala.



Curioso ¿verdad? Con algunos cambios que han respetado fielmente el esquema del discurso, creamos un nuevo discurso que parece defender el aborto.

Pero realmente no hemos demostrado nada respecto al discurso original. Bien pudiera ser, aunque parezca extraño, que tanto el aborto como la especulación puedan ser defendidos efectivamente con argumentaciones similares. Lo peor viene ahora:

La especulación La planificación económica centralizada por mucho que desagrade es un mecanismo económico que rige en la sociedad humana desde tiempos ancestrales. Un ejemplo lo podemos encontrar en el aumento del precio debido a malas cosechas, hasta su bajada por el exceso de grano en el episodio bíblico del sueño de Faraón con las 7 vacas flacas que se comen a las 7 vacas gordas. Almacenar los excedentes en periodo de bonanza significa poder disponer de él en tiempos peores, el precio en caso de venta será por tanto más alto. José interpreta dicho sueño como que se avecinan 7 años de escasez lo que permite al Faraón hacer acopio de grano durante los años de abundancia, permitiendo a Faraón salvar la crisis que se avecina. Ahora la cuestión ética y moral del precio que es justo pagar por un bien escaso en periodo de escasez de lo que es justo intervenir en la economía, es otra cuestión. El beneficio que se puede obtener de las operaciones de estas prácticas que se considera legítimo varía de unas sociedades a otras dependiendo de la cultura, religión, legislaciones y momento histórico.

Resulta muy curioso como esa corriente de pensamiento instado desde los anti sistema el liberalismo radical, recogido por el socialismo el conservadurismo, machacado desde los medios de comunicación y el mundo de la farándula determinada pseudointelectualidad está creando una culturilla de criminalización de tener beneficios en operaciones de compra venta de bienes y servicios respetando la ley de la intervención del Estado en la economía en contraste con el tráfico de influencias, información privilegiada y la especulación que se fomenta, mantiene y oculta desde los estamentos políticos, causa de la corrupción generalizada que ha enriquecido a amigos, familiares y políticos a costa del ciudadano la imposición de aranceles a la importación y medidas proteccionistas que los Estados ricos tenidos como los “no intervencionistas” realizan, sin embargo, aun en aquellos pocos mercados en que no compiten con ventaja. Como siempre los arboles no nos dejan ver el bosque y nos entretenemos mirando el dedo en vez de mirar lo que señala.



Y aunque puede ocurrir que el mismo esquema argumental sirva para defender posturas que pertenecen a ámbitos distintos, si el mismo esquema sirve para defender dos posturas que son claramente contradictorias, evidentemente se trata de un esquema que podrá estar más o menos bien presentado, pero que no argumenta realmente nada, pura retórica hueca.

lunes, 1 de marzo de 2010

Falacias argumentativas: la falsa equidistancia

La falsa equidistancia, o una equidistancia fingida, es una falacia a la que se recurre en ocasiones cuando una persona quiere fundamentar su preferencia por un subgrupo dentro de un grupo general, pero argumentar directamente a favor de ese subgrupo le es difícil, bien porque ese subgrupo es difícil de defender, bien por simple incapacidad de la persona.

La falacia se desarrolla en dos partes:

  • En primer lugar, nuestro sujeto parte de la afirmación de que todos [los subgrupos] son iguales. En realidad no opina en absoluto que todos sean iguales, solo es una impostura, pero de esta manera puede apoyarse en ciertos prejuicios socialmente muy extendidos, en concreto, una grotesca imagen de la idea de igualdad.
  • En segundo lugar, que es a donde se quería llegar desde un principio, se incide en las [supuestas] ventajas del subgrupo al que se pretendía apoyar, por lo que finalmente resulta que en realidad no todos eran iguales. Esta conclusión no se suele expresar de forma explícita, normalmente se deja que sea el interlocutor el que la tome, de modo que le pueda parecer idea suya.
Un ejemplo que he visto muy recientemente de esta falacia son algunas defensas que se hacen de la dictadura cubana: En primer lugar, se recurre a la falsa equidistancia (“Todos los Estados se extralimitan en sus funciones”, o algo parecido) para a continuación diferenciar (“Pero al menos en el Estado cubano el gobierno sí que se ocupa de los más desfavorecidos”) y romper, definitivamente, la equidistancia.

Otro ejemplo que he encontrado muy frecuentemente: se parte de que “Todos los políticos son iguales”, para concluir que “pero al menos los de derechas son buenos gestores”.

Por supuesto, se podrían encontrar ejemplos de esta falacia en prácticamente cualquier debate: política, fútbol, empresas,…

Por último, quisiera observar que cuando se dice "todos los [lo que sea] son iguales", esta afirmación no solo es casi siempre falsa, sino que siendo falsa, beneficia precisamente a los peores, pues así quedan igualados con los mejores.

lunes, 11 de agosto de 2008

Comodines argumentativos

Es frecuente en muchos tipos de disputa, pero sobre todo en las de contenido político, el empleo de lo que yo llamo "comodines argumentativos". Es así como llamo a algunos argumentos muy anclados en el interior de una persona y que usa en el debate con cierta recurrencia, especialmente cuando se encuentra contra las cuerdas. En ese momento se agarrará al comodín argumentativo que él sabe cierto, indiscutible e irrefutable.

Un ejemplo típico de esta clase de argumentos es la política de los Estados Unidos, empleado por los que podríamos llamar "los progres". Así, cualquier tipo de mal en el mundo es achacable a Estados Unidos. Desde la existencia de Ben Laden hasta la penuria económica cubana. Este argumento sirve por parte de su esgrimidor para dar por finalizada la discusión con una sonrisa con la que pretende decir "ahí te he dado". Otro ejemplo típico muy empleado, este ya por la clase más conservadora, es el GAL. Cualquier clase de discusión sobre política española puede darse por zanjada recurriendo a este contundente argumento. ¿El PSOE, te refieres al partido de los GAL? concluye triunfante nuestro conservador.

La efectividad del comodín argumentativo no está en ser capaz de convencer al contrario. En todo caso lo único que se puede pretender conseguir, a veces con éxito, es irritarlo. Pero tampoco suele ser ese su objetivo. En realidad esos argumentos no se usan hacia en contrario, sino hacia uno mismo. El que lo esgrime se sabe de algún modo acorralado (actúa de mala fe), y como vía de escape coloca esta barrera entre él y su adversario. Ambos saben que a partir de ahí es inútil el debate.