jueves, 23 de octubre de 2008

Hoy, fútbol

Tal vez porque soy ajeno al mundo del fútbol puedo analizar con mayor objetividad alguna de las cosas que escucho, o tal vez precisamente por eso mis juicios están insuficientemente fundados. El caso es que, casi cada vez que oigo hablar de algún asunto polémico y medianamente serio procedente de ese mundo, tengo la sensación de que la lógica que impera en mi mundo ha sido en suspendida para ser sustituida por otra cosa, lo que me deja en un estado de "suspensión de juicio" que me impide participar en muchas conversaciones. Pero este año he decidido tomar yo las riendas y actuar, acorde a las nuevas doctrinas militares internacionales, con un ataque preventivo en lugar de a la defensiva como otros años.

Y es que aunque no me suele gustar el fútbol estoy más o menos al día de lo que sucede en ese curioso mundo, es inevitable. Uno de esos polémicos y serios temas que son objeto de debate y en los que siento que la lógica ha sido dejada de lado es la cuestión de los jugadores de clubes españoles llamados por selecciones extranjeras (también, en menor medida, por la española). Se quejan los clubes españoles, aparentemente con razón, de que siendo ellos los que pagan a los jugadores, es a ellos a los que los se han de deber sus jugadores, y no estar a lo que dispongan sus respectivas selecciones para jugar partidos oficiales o incluso amistosos. Siendo estos jugadores, por razones obvias, de los mejores que disponen los clubes, éstos se quedan muy mermados para los partidos que necesitan afrontar en sus competiciones españolas o europeas.

Siendo aparentemente muy razonable la argumentación anterior, es completamente inválida por no tener en cuenta un detalle fundamental. Me explico.

Para participar en la liga española los clubes españoles tienen que pertenecer a la Real Federación Española de Fútbol, la que a su vez está afiliada a la UEFA (entre otras cosas organizadora de las competiciones europeas) y a la FIFA, institución ésta que en última instancia gobierna en el mundo del fútbol.

Una de las condiciones que la FIFA impone a sus asociados es precisamente la que es objeto de este debate: los clubes deben ceder los jugadores a sus respectivas selecciones cuando ellas los requieran en determinadas competiciones. Esto no es un cheque en blanco a las selecciones, pues están atadas por un listado de competiciones en las que pueden llamar a sus jugadores nacionales. Así ocurrió que en el caso Messi la selección argentina pretendió, con el apoyo de la FIFA, convocar a uno de sus jugadores estrella para jugar en los Juegos Olímpicos, competición que no estaba en el mencionado listado. El Barcelona recurrió y ganó, como era razonable.

Los clubes ya conocen esta circunstancia desde el momento en el que contratan a un jugador, y esta circunstancia está, por tanto, incluida en el precio que pagan por él. Si de alguna manera el club pudiera asegurarse de que la selección no convocaría al jugador en contra de los intereses del club, es evidente que estaría dispuesto a pagar más por el jugador. Así pues pretender, como hacen algunos clubes, que las reglas del juego cambien una vez que el juego está empezado es hacer trampa. Del mismo modo que la FIFA no puede cambiar sobre la marcha las reglas del juego para que Messi vaya a los Juegos Olímpicos, tampoco pueden hacerlo los clubes. Eso sería intentar revalorizar a sus jugadores cambiando las condiciones contractuales después de haberles contratado.

No quiero con esto decir que las reglas que rigen en el fútbol sean particularmente inamovibles, no pretendo que el fútbol sea especial en esto. Pero si cambian, me parece claro que esos cambios solo podrán tener efecto para los jugadores contratados a partir de la fecha en la que cambien dichas reglas, y no antes.

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