De acuerdo a la llamada en economía "Teoría Clásica", la economía regulada por si sola deberían tender a una situación de equilibro en la que todos los factores de producción, trabajo incluido, alcanzarían su óptimo (entendiendo aquí "optimo" por "plena utilización"). Sin embargo, durante la Gran Depresión de los Estados Unidos, pareció producirse algo muy distinto: una situación de equilibrio en la que los factores de producción, en particular el trabajo, estaban infrautilizados, con la consecuencia de un gran paro aparentemente endémico.
Keynes sostuvo que el punto de equilibro que alcanzaría la economía abandonada a sí misma dependería de varios factores no previstos correctamente por la economía clásica, de modo tal que solo casos muy especiales el equilibrio habría de ser como estaba previsto por tales economistas clásicos. Esto no se daría en la realidad sino excepcionalmente. Según la "Teoría General sobre el Empleo, el Interés y el Dinero", publicado por Keynes en 1936, las instituciones deberían intervenir en casos de crisis como aquel mediante mecanismos de control consistentes básicamente en lo que se ha llamado "política fiscal", en dos palabras: superar la crisis mediante el aumento del gasto presupuestario del estado.
La Segunda Guerra Mundial vino a distorsionar el transcurso normal de la economía y es difícil decir con seguridad si fueron las políticas keynesianas las que permitieron a Estados Unidos salir de la Gran Depresión. El caso es que con el tiempo su teoría acabó perdiendo casi todo su prestigio, al menos a ojos de las escuelas económicas dominantes en los círculos académicos más influyentes (escuela austriaca y otras escuelas liberales), que han considerado desde hace tiempo al keynesianismo como científicamente refutado. Ayn Rand, Suma Sacerdotisa de la Orden de los Economistas Liberales, llegó a decir de Keynes que había entendido la economía al modo en que lo habría hecho un salvaje inteligente recién llegado de la jungla.
Pues ha saltado, para éstos, la sorpresa. En una situación en la que las recetas económicas liberales están siendo fuertemente cuestionadas, Barack Obama, a punto de tomar posesión como Presidente de los Estados Unidos, ha anunciado su plan para salir de la actual crisis económica: la que dice será la mayor inversión en infraestructuras en 50 años: Carreteras, puentes, escuelas, informática, energías alternativas, edificación,... un plan que si bien aún no ha sido concretado, se calcula que su presupuesto no bajará de los 500.000 millones de dólares. Esto es: keynesianismo puro.
Uno no puede dejar de asombrarse de que la primera economía del mundo abrace con entusiasmo una teoría demostrada falsa. De hecho no tengo duda de que quienes así hablaban mentían (puedo conceder que lo hacían, en primer lugar, a sí mismos). En cualquier caso, Obama tiene la suficiente fuerza como para imponer su plan económico pese a las protestas que sin duda surgirán. Así que si los críticos del keynesianismo tienen razón, lo sabremos. Un fracaso de las medidas de Obama no confirmará las tesis de los economistas liberales, pero sí refutará las de Keynes.
Por lo que nos pueda pasar, esperemos todos que Keynes tuviera razón.
Columnas de la dana
Hace 2 semanas
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