Una de mis bestias negras es la publicidad y, en general, la propaganda, tal como se entiende hoy en día. La publicidad consiste básicamente en lanzar mensajes para convencer de algo a un grupo numeroso e indeterminado de personas. El gran número y lo indeterminado del objetivo, así como que la gente, en general, no está dispuesta a poner facilidades para dejarse convencer (“comerse el tarro”), obligan a que este tipo de mensajes sean breves y simples. Pero eso deja poco espacio a la racionalidad, la que requiere argumentaciones exhaustivas y, con frecuencia, complejas. Además emplear un discurso racional tiene un problema añadido: deja a uno expuesto ante posibles contraargumentos racionales.
Es por esas razones que los discursos publicitarios suelen apelar más al terreno de la visceralidad, de las emociones, donde no hay contrarréplica posible. Y uno de los recursos más empleados en este sentido, si no el que más, es el empleo de reclamos sexuales. En ocasiones se emplean para vender productos que sí tienen relación con la sexualidad, si bien de un modo tramposo (por ejemplo, para la venta de productos adelgazantes, para interpretar el papel de mujeres que supuestamente necesitan dichos productos, se recurre casi siempre a mujeres que ya están extremadamente delgadas). Pero el empleo de reclamos sexuales está tan generalizado que lo más común es que el producto nada tenga que ver con la sexualidad.
Hoy, en El País, me encuentro con esto:
Una cara bonita como reclamo para algo que nada tiene que ver con el producto. Del propio anuncio se deduce la opinión que tienen los publicistas del público al que se dirigen. En este caso, y como dice un amigo mío y lector de esta bitácora, Ulisses, “jugadores pajilleros sin cerebro”.
No es, desde luego, que el que vea este anuncio (y similares) vaya a pensar que jugando a la primitiva se acostará con una mujer así. El publicista sabe que cuando su objetivo empiece a pensar, él ya ha empezado a perder la batalla.
Columnas de la dana
Hace 2 semanas
2 comentarios. Haz el tuyo.:
Hace años hice un amplio curso de diseño gráfico y algunas nociones de márketing recibí. Una de las cosas que mejor recuerdo es la siguiente sentencia: los anuncios publicitarios (casi) siempre transmiten dos cosas, sexo y poder. Y nos daban el ejemplo del típico anuncio de coches donde una tía imponente aparece subida al capó. Tampoco es raro que se incluyan imágenes humanas, o al menos antropomorfas, en anuncios de cosas tan poco humanas como herramientas o cacharros de cocina. Es un recurso para conectar más con el potencial cliente, dotar al mensaje de mayor humanidad y cercanía, aunque en el caso de la imagen que enlazas hay una clara connotación sexual.
No obstante, hay algo en tu exposición que no es correcto. El público objetivo no es por lo general "indeterminado", muy al contrario, se tiene en cuenta a qué tipo de persona va dirigido el mensaje, hasta el punto de llegar a rodarse más de una versión de un mismo spot con diferentes estéticas según el público objetivo al que va dirigido.
Recuerdo que nos mostraron dos versiones de un spot en los que la decoración difería en función del potencial económico del público objetivo al que se dirigía. En publicidad todo esto es algo que está más estudiado de lo que podríamos pensar, y más en el caso de las grandes agencias.
Tal vez no he sido bastante claro. Con "indeterminado" quise referirme a que el conjunto de a quienes va dirigido el anuncio no es un grupo fijado de antemano, al contrario de lo que lo pasaría, por ejemplo, con la comunicación del presidente de una empresa a sus empleados.
A lo mejor si en lugar de "indeterminado" hubiera dicho "abierto" habría quedado más claro. Un saludo.
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