sábado, 2 de enero de 2010

El mito de la tierra Prometida (I). Introducción

Tal vez las dos posturas más populares respecto a la naturaleza de los mitos son precisamente las más radicalmente opuestas: la de su certeza literal y la de su completa falsedad. En realidad ambas son incorrectas. La primera lo es de modo evidente. La segunda, por el contrario, peca de simplismo. Los mitos siempre nos dicen algo acerca de la gente que los creó, de la gente que los creyó y de la sociedad en que éstos prosperan. Incluso, cuando los mitos persisten a lo largo del tiempo y de las culturas, podemos sin riesgo asumir que estos mitos nos dicen algo acerca de la naturaleza humana. Eso que nos dicen de las gentes, de la sociedad y del hombre es lo que hay de real tras el mito, y desentrañarlo es la labor de la mitología: la ciencia que busca el punto de encuentro entre el mythos y el logos.

Hasta ahora he analizado en la bitácora el fenómeno mitológico (los mitos de Abraham y del príncipe azul) solo desde el punto de vista de la gente que los creó, su faceta manipuladora, política (ideológica), su utilidad para mantener sometida a parte de la población. Efectivamente los mitos son empleados como instrumentos para justificar y perpetuar el sometimiento, pero sería incorrecto si dijéramos que los mitos solo son [para] eso. Son tambien símbolos de cosas reales (el mito de Deméter y Perséfone como forma de representar que la primavera sucede al invierno; Horus y Set, la sucesión del día y la noche). También ayudan a establecer patrones de comportamiento (la prohibición divina de comer carne de cerdo, como forma para protegerse de posibles hambrunas),...

Incluso desde el punto de vista del mito como herramienta manipuladora, el mito puede examinarse desde el otro lado: el de los que son manipulados para realizar cosas que en realidad van contra sus intereses. Desde este enfoque también el mito ha de tener sentido, por alguna razón se cree en él. Por ejemplo, en el caso que ahora nos va a ocupar, el mito de la tierra prometida. La esperanza es lo último que les queda a los miserables que ya lo han perdido todo (simbólicamente, esto estaría excelentemente representado en el mito de la caja de Pandora). Necesitan de la esperanza para que la vida les sea soportable. Esa desesperación y esa esperanza es lo que hay de real tras el mito. Ahora bien, que alguien necesite esperanza no quiere decir que tenga motivos reales para sentirse esperanzado. E incluso aunque los tuviera, bien podría ser que no los supiera reconocer. En tales casos, la esperanza solo se puede materializar de un modo irracional. La vida es ahora y aquí miserable, sí, pero tal vez, en otro lugar, en otro tiempo, podrá ser mejor. Ahora bien ¿Por qué la vida es miserable? Y aquí comienza el engaño: La vida es miserable por culpa del lugar. En otro sitio la vida será mejor. ¿Y quién ofrecerá ese nuevo lugar? Aquel que se va a beneficiar de la desesperación de los miserables. Les venderá la esperanza que tanto ansían a cambio, tal vez, de su sometimiento. En ocasiones, incluso la propia desesperación podría haber sido promovida por él, aunque eso requeriría de una planificación cuidadosa. Veremos algún caso en que se llega a este extremo.

Por supuesto, no pretendo decir que los desesperados que viven en la miseria vayan a recorrer este camino que culmina en el viaje hacia una tierra prometida. En otros casos la esperanza apuntará a un lugar más allá del espacio y el tiempo: el paraíso, prometido, por supuesto, a quienes se plieguen a los deseos de Dios. En otros incluso la desesperación podría encontrar una salida racional: buscar las auténticas causas de la miseria, identificarlas y enfrentarse a ellas.

El mito de la tierra prometida consiste pues en la creencia (irracional) de que existe un lugar en el que las miserias de la vida actual desaparecerán, lugar al que no se podrá llegar sin realizar ciertos sacrificios. Tales sacrificios habrán de tener ciertos beneficiados, y esos beneficiados serán precisamente los más interesados en la creación y propagación del mito. No veo la necesidad de que la creación del mito sea obra exclusiva de tales personajes, podría haber sido simplemente creado por causa de la propia desesperación. De un modo u otro, cuando alguien se encuentre en disposición de aprovechar el mito en beneficio propio, muy probablemente lo hará.

La manifestación de este mito a lo largo de la historia es pródiga. Desde episodios de historicidad dudosa hasta otros recientes y muy bien documentados.

Una de las formas primitivas del mito, con todos los elementos descritos y algunos más, la tenemos en el Pentateuco: los 5 primeros libros del Antiguo Testamento. Veremos la historia en profundidad, pero antes me permito un breve resumen:

El pueblo judío se encuentra atosigado por los egipcios, la vida les es insoportable. Pero un hombre, Moisés, que se presenta como de los suyos pero que sin embargo procede del entorno del Faraón, les transmite una promesa: si le siguen les llevará a la tierra prometida, un lugar fértil donde ellos no serán ya los esclavos, sino los señores. Dios la ha prometido y Moisés es su intermediario. Una travesía por el desierto de 40 años será parte del precio que los judíos han de pagar. También la sumisión a Moisés y los suyos. Habrá momentos de flaqueza, que serán debidamente castigados. No se permite debilidad. Al final, todo el pueblo, e incluso el propio Moisés, son castigados. No alcanzarán la tierra prometida por su desobediencia y su soberbia, respectivamente.

Continuará...

4 comentarios. Haz el tuyo.:

Beatriz dijo...

¿Continuará...?

Eso promete :D

Evocid dijo...

Bueno, tengo planeados una segunda parte en la que analizaré el éxodo judío y una tercera en la que veré algunas otras manifestaciones del mito y no se si alguna conclusión. Más o menos ya lo he escrito, pero ví que me quedaba demasiado largo para un solo post... Gracias.

Epifanio dijo...

Evocid: Tu análisis es muy bueno y comparto algunas cosas (y las que no comparto, igual me da gusto leer).

Yo soy mas "creyente" en estos asuntos bíblicos: Para mi hay algo de verdad en todo lo que allí está escrito, aunque se encuentre terriblemente distorsionado. Además, me suelen resultar relatos fascinantes y la sangre no me asusta (condición sine qua non para leer el Antiguo Testamento).

Sigue escribiendo, lo haces muy bien es y es grato leerte. Un abrazo.

Don Epi

Evocid dijo...

¡Hola, Don Epi!, me alegra mucho verte por aquí. Y más aun siendo para recibir halagos :)

Yo no soy, como creo sabes, lo que algunos llamarían "materialista radical". Pero creer en entidades divinas que se medio revelan al hombre... en fin, hacer un listado de todas las contradicciones que hay en las religiones reveladas sería tan largo como seguramente inutil. Esas historias son sin embargo fascinantes, eso sí lo admito. No se si he podido mostrar en mi artículo la fascinación que siento por ellas. La Biblia la leí entera en su día, y algunos de sus libros muchas otras veces. El Corán lo estoy leyendo ahora.

Por cierto, ¿has leido la segunda parte? Pronto publicaré la tercera, pero esa nada tendrá que ver ni con dioses ni con la Biblia, sino con versiones más bien degeneradas del mito bíblico.

¡Un abrazo!